De Valeria, voluntaria ecuatoriana de misión en Brasil
Una vez llegué a un nuevo apostolado que hemos comenzado y ella, con Síndrome de Down, me abrazó. En un minuto ya estaba dormida. Pasó una hora recostada sobre mí, yo ya no me podía mover y tampoco quería. En medio de su siesta se me acerca un trabajador del hogar y me dice: "Nosotros no podemos hacer lo que tú estás haciendo". "¿Qué cosa?", le pregunté. Él me respondió: "Abrazarlos, quedarnos ahí con ellos, son muchos, y nosotros tan pocos, tenemos tantas cosas que hacer. Que bueno que ella te esté aprovechando".
Otro día una niña me abrazó, y ahí agarrada de mi cuello, me dijo: "yo vivo aquí". La Presencia. Esa presencia "inútil", que no resuelve nada, y sin embargo, cambia todo. Como María al pie de la cruz, donde no hace nada. No defiende a su Hijo, no intenta quitarle las espinas, no trata de bajarlo de la Cruz, no pelea con los soldados judíos... solo está, y su presencia es un consuelo para Jesús. Y si yo soy capaz de estar aquí, al pie de la cruz de mis amigos, es porque María estuvo primero.