Iliana es salvadoreña y vive en el Punto Corazón de Costa Rica. Nos cuenta como la cuarentena cambió totalmente su manera de ver la vida.
Pasó un par de semanas y todo cambió en nuestra comunidad. Siguiendo las recomendaciones del Ministerio de Salud, dejamos las visitas y pronto las celebraciones de la misa fueron canceladas presencialmente, pero buscamos la manera de transformar de nuevo nuestra presencia. Lejos de ver lo negativo de todas las restricciones, este tiempo nos permite una nueva forma de ver la vida. El confinamiento detuvo la rutina, de las caminatas largas para ir hasta la parroquia, de los apostolados en el Hogarcito con los niños y adolescentes, y el Albergue con los adultos mayores. Todo cambió. Lo esencial era al fin estar con el amado. Y ahora la pregunta era de ¿cómo comenzar a vivir algo nuevo y poder llegar hasta ellos aún en casa? Estas ganas de vivir, amar y estar siguen siendo el motor de la misión, y pensar que la forma cambió en cómo llegamos ahora a cada uno de nuestros amigos: las visitas cambiaron a videollamadas, los apostolados con las mujeres y niños a videos y tutoriales, los rosarios ahora en Facebook, la Lectio divina ahora por WhatsApp. Y saber que ahora estamos más cerca que antes y que un minuto de risas o de nuevas propuestas de cocina les hace sentirse amados, les hace olvidar el miedo y la incertidumbre del futuro, hace que les ame más, y me da el valor de salir de mi conformismo e individualismo para atreverme hacer cosas nuevas, como aprender francés, enseñarles hacer pupusas, que por cierto les quedan muy buenas, son gestos muy simples pero hacen parte de la creatividad del amor.
Si bien me pregunté si ¿no estaría mejor en mi país, sirviendo con mi profesión? Cuando en realidad hay muchos ocupándose de las enfermedades físicas, pero ¿quién se ocupa de rezar por ellos? ¿A quién le preocupa la soledad de los demás? Mi granito de arena está aquí, amando, y aunque base mi carta en estas palabras se resume mi felicidad de resistir y acompañar en estas nuevas formas a mi barrio y a mis amigos. Porque la soledad de ellos me duele, me pertenece y es que sólo el amor nos vuelve más humanos. Porque esta es mi misión, de estar presente aquí, en este Vía Crucis que vivimos, en esta cuarentena y me invita también a seguir el ejemplo de nuestra Madre Santísima al pie de la cruz para poder amar como ella, y poder ser custodios de esperanza, fe y caridad, con alegría y optimismo.
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